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ACPP desde 1990
B O L E T Í N
lo que hacemos mes a mes
contra la desigualdad, redistribución
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Especial Miguel Ángel Blanco
abril 2015
cio por la belleza (arte, poesía, música, gastro-
nomía), el respeto, confianza, responsabilidad,
flexibilidad, apoyo, paciencia e impulso que de-
positó en mí, que me regaló, me han hecho una
persona, hoy, capaz de seguir adelante con con-
vicción en la lucha colectiva por un mundo más
justo, más solidario y más bello.
Amaia Camacho
Socia de ACPP // Equipo Dirección Oriente Medio ACPP.
que las cosas se pueden cambiar, en que todo
se puede conseguir, a base de tesón, análisis,
objetividad, lucha y trabajo constante; un hom-
bre que tiene tal convicción en el ser humano,
que es capaz de ver más allá de la superficie (en
mi caso esa jipi de aspecto despreocupado) y
tenderle la mano para enseñarle todo lo que
sabe y conseguir no ya alguien a su imagen y
semejanza, no ya un discípulo, sino alguien que
sepa volar, alguien que en cada momento sabrá
lo que quiere y si no está seguro, se lo pregun-
tará hasta encontrar todas las respuestas, que
con ellas construirá y lo hará también de la
mano de otros y luchará por aquello construido
hasta el final, siempre hasta el final.
La última conversación que tuve contigo fue so-
bre política y sobre la Asamblea, no podía ser de
otra manera.
Mercedes Morillo
Socia de ACPP // Delegada ACPP Madrid.
Querido Miguel Ángel,
Llevo mucho tiempo retrasando el ponerme a
escribir, quizá porque el hacerlo hace más pre-
sente que ya no estás y aún me cuesta, sí, aún
me cuesta… pero una de las cosas que me ense-
ñaste es que hay que enfrentarse a las dificulta-
des, por muy duras que sean.
Es difícil hablar de todo lo que he aprendido
contigo, porque son tantas cosas que harían fal-
ta muchos folios para poder contarlas y porque
algunas han sido tan cruciales en mi vida que no
sabría ni siquiera cómo explicarlas.
Pero lo que sí que puedo decir es que de aque-
lla niña jipi, como tu decías, con felpa en el pelo
y tirada en el césped, que parecía vivir ajena a
todo, a la mujer que soy actualmente, ha habi-
do un largo camino, una montaña casi, que he-
mos recorrido juntos; y que ahora tendré que
continuar sin ti, pero, eso sí, teniendo presente
cada una de tus enseñanzas.
En definitiva, Miguel Ángel, tú siempre serás
para mí el hombre que me hizo volar, porque
lo que crecí contigo, lo que viví a tu lado va
más allá de lo que se puede aprender en un
máster (tú y yo sabemos que eso seguro) o
en la Universidad, incluso en muchas expe-
riencias de la vida… porque ese aprendizaje
sólo se puede lograr cuando tienes a tu lado
alguien que tiene una seguridad absoluta en
convencernos. Siempre con un enorme sentido
de la justicia colectiva, por encima de cada indi-
viduo, por mucho que nos quisiera.
Cuántos llantos, disgustos y malos tragos nos
hemos llevado en ese camino, cuánta rabia de
sentirnos impotentes ante argumentos mucho
más poderosos, cuánto agravio a nuestra sensi-
bilidad y desprecio por nuestra individualidad.
¿Y por qué entonces hemos seguido ahí, aquí,
militando junto a él? Porque sabemos que siem-
pre nos estaba dando más de lo que nos estaba
pidiendo o incluso exigiendo. Siempre. El apre-
Quizá eligió a Ángel González
porque había
nacido en una Asturias rebelde ante una guerra
civil desoladora. Quizá fue por su capacidad pa-
ra reflejar, con armónicas palabras, la dura reali-
dad de un mundo vencido, roto y huérfano de
valores. Puede que simplemente la forma más
bonita que Miguel Ángel encontró para ense-
ñarme a valorar los silencios fue a través de este
poema. El caso es que muchas son las veces
que, entre risas, me decía: - “Compañera, por-
que se tiene conciencia de la inutilidad de tan-
tas cosas a veces uno se sienta tranquilamente
a la sombra de un árbol en verano y se calla”
PEÁMBULO A UN SILENCIO
Porque se tiene conciencia de la inutilidad de
tantas cosas
a veces uno se sienta tranquilamente a la
sombra de un árbol -en verano-
y se calla
(¿Dije tranquilamente?: Falso, falso:
uno se sienta inquieto, haciendo extraños
gestos,
pisoteando las hojas abatidas
por la furia de un otoño sombrío,
destrozando con los dedos el cartón inocente
de una caja de fósforos,
mordiendo injustamente las uñas de esos
dedos,
escupiendo en los charcos invernales,
golpeando con el puño cerrado la piel rugosa de
las casas que permanecen indiferentes al
paso de la primavera
una primavera urbana que asoma con timidez
los flecos de sus cabellos verdes allá
arriba,
detrás del zinc oscuro de los canalones,
levemente arraigada a la materia efímera de
las tejas a punto de ser de polvo.)
Eso es cierto, tan cierto
como que tengo un nombre con alas
celestiales,
arcangélico nombre que a nada corresponde:
Ángel
me dicen
y yo me levanto
disciplinado y recto
con las alas mordidas
-quiero decir: las uñas-
y sonrío y me callo porque, en último
extremo,
uno tiene conciencia
de la inutilidad de todas las palabras.
ANGEL GONZÁLEZ. 1967
Ángeles Alonso
Socia ACPP // Miembro del Comité Territorial de Direc-
ción ACPP desde Asturias.