Página 21 - Boletín ACPP Abril 2015

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ACPP desde 1990
B O L E T Í N
lo que hacemos mes a mes
contra la desigualdad, redistribución
21
Especial Miguel Ángel Blanco
abril 2015
Con profunda tristeza he recibido la dura noti-
cia
de la desaparición física de nuestro querido
e inolvidable Miguel Ángel. Un golpe al corazón,
porque Miguel Ángel más que un amigo y com-
pañero era un hermano, de esos con los que se
puede hablar sin tapujos, compartir trabajo, un
problema, alegrías y tristezas y siempre encon-
trabas la sabiduría de una idea, un consejo, la
posibilidad de una salida y en fin, su mano ten-
dida.
Se nos ha ido un grande, un entrañable compa-
ñero, de los imprescindibles que dice Bertolt
Brecht, de los que luchan toda la vida.
Lo conocí a inicios de ACPP, en un cuartito del
centro de Madrid...creo, y desde ahí comenza-
mos a construir una hermosa amistad, como
dije, compartiendo trabajo, ideas, sueños y a
veces discusiones, que por su dialéctica siempre
terminaban en beneficio de nuestras proyeccio-
nes hacia la cooperación.
Miguel Ángel seguirá viviendo en cada una de
las personas beneficiadas de su constante, ab-
negado y sacrificado trabajo, vivirá en nosotros,
porque es de los de siempre, de los que nunca
mueren.
"Mi vos la que está gritando,
Mi sueño el que sigue entero,
Y sepan que solo muero
si ustedes van aflojando,
Porque el que murió peleando
Vive en cada compañero".
Jorge Palencia.
Embajador de El Salvador en España
. .
Cuando tenía 11 años y estudiaba 6º de EGB
tenía una profesora de lengua y literatura llama-
da Juana María González, más conocida como
Doña Juani
. Es de esas maestras de las que ja-
más te olvidas, alguien directa, seria, estricta,
que exigía disciplina y rectitud. Recuerdo esa
sensación de que para
La Juani
, como le llamá-
bamos los alumnos, nunca era suficiente y nada
era digno de mérito y claro, no tardaron en co-
menzar a llegar los primeros insuficientes a ca-
sa. Para La Juani todo era importante, el fondo y
la forma. Había que entender y darse a enten-
der. Doña Juani nos obligaba a hacer esquemas
de los temas impartidos, nos revisaba el orden
de nuestros apuntes para luego tener que pa-
sarlo todo a limpio, nos forzaba a leer libros en
vacaciones, y se desesperaba cuando no éramos
capaces de mostrar aprecio por la música, lite-
ratura y arte clásico. Durante 3 años tuve a La
Juani exprimiéndome, haciendo crecer en mi
esa sensación de necesidad
mejorar para librarme de ella.
Y lo hice.
Pues bien, a los 21 años, aún
estudiante de la ADE y recién
salido de varios años en la De-
legación de Alumnos, decidí
probar en este mundo de la
Cooperación al Desarrollo y
me encontré con Miguel Án-
gel. ¡Y yo que pensaba que no
iba a tener otra Doña Juani en
mi vida!.
Recuerdo esa primera reunión
en las sede de ACPP en Santa
Isabel, esa oficina que parecía
una trinchera, un lugar en
permanente resistencia. Me
iba a ir 3 meses a Honduras
por una beca. Y ahí estaba él, en ese ambiente
cargado de humo y trabajo, proyectando con su
mirada un liderazgo natural. Desde el principio
me transmitió una sensación de que su cabeza
no estaba ahí, con nosotros, sino que a la vez
que se encargaba de darnos las líneas para
aprovechar mejor nuestra experiencia, realmen-
te estuviese cavilando y trabajando otro traba-
jo, algo más estratégico, de mayor trascenden-
cia. No es que no fuésemos importantes, es que
no éramos lo importante.
Miguel Ángel me enseñó el verdadero valor de
preguntar y preguntarse. De cuestionar todo, y
es que dudar puede ofender, pero ignorar es
imperdonable. Mis primeras conversaciones con
él fueron una tortura. Recuerdo que era imposi-
ble dejar ideas al aire, dudas, acusaciones o co-
letillas, porque siempre preguntaba por ellas. Y
había que razonar y explicar con detalle lo que
uno estaba afirmando, había que tener pruebas
y base para defenderlo. El no quería que estu-
vieras de acuerdo con sus planteamientos, que-
ría que estuvieras a la altura de defender lo que
planteas.
Y es que con poca gente entiende uno el valor
del respeto como con Miguel Ángel. El respeto
se ganaba, y se ganaba con trabajo, con dedica-
ción, con compromiso, con muestras de querer
mejorar. Sobre todo esto último, la actitud. Re-
cuerdo que odiaba la expresión “actitud proacti-
va”. ¡Eso no existe! -me decía-. Y con él aprendí
que no era una cuestión de ganarse el respeto
de él, sino ganarse el respeto de uno mismo. Y
cuando se entendía, las cosas fluían. Nunca fue
fácil con Miguel Angel, desde luego, pero cuan-
do había sintonía en la discusión, aunque defen-
diendo posturas opuestas, uno disfrutaba las
tardes con él.
“Si me muero, que me muera
Con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muer-
to, la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba, Cantan-
do espero a la muerte, que
hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles y en me-
dio de las batallas”
.
Miguel
Hernández,
Vientos del Pue-
blo me Llevan
Jamás se encontrará una
mente como la Miguel Ángel.
Su memoria y su capacidad
de análisis le hacían antici-
parse al futuro de manera
única. Se podrá decir que to-