Seis meses después
Ha transcurrido medio año desde el infausto siete de octubre en que Hamas atentó criminalmente, bien con el lanzamiento de varios cientos de misiles bien a través de incursiones homicidas, en varios puntos del sur de Israel provocando más de 1200 muertos y de 3000 heridos. Completaron la barbarie con el secuestro, que aún continúa, de en torno a otras doscientas personas. Desde ese mismo instante, ACPP condenó el ataque indiscriminado de Hamas enfatizando que “incluso en la legítima defensa de los pueblos, se deben respetar las normas del derecho internacional humanitario, que prohíben el ataque deliberado a civiles y la toma de rehenes”.
Dos días después, el Estado de Israel, en boca de su ministro de defensa, ordenó “el asedio completo de Gaza”: bombardeos, bloqueo total del territorio gazatí -cerrando el paso a combustible, medicamentos y alimentos, paralizando el suministro eléctrico-, orden de evacuación del norte… Un castigo colectivo que escapa de cualquier manual de Derecho Internacional. La situación de crisis humanitaria, rutinaria para los más de dos millones de habitantes de la franja tras décadas de ocupación, se acrecienta exponencialmente desde entonces.
Seis meses después, el listado de atrocidades provocadas por el Estado de Israel se escapa de la cuenta superando en crueldad cada una a la anterior: el número de víctimas mortales palestinas se cuenta por decenas de miles, la población civil vive -la que aún vive- sometida al terror, condenada a vejaciones, hambrunas, agonías de personas mutiladas sin posibilidad de ser tratadas. Los hospitales, centros de salud o ambulancias se han convertido en objetivos preferentes.
El último episodio -último al escribirse estos renglones, a buen seguro ya se habrán producido más-, el ataque en el que murieron asesinados siete miembros de la ONG World Central Kitchen, supone un aviso a todo el que, siquiera pretendiendo mínimamente paliar los efectos de la sucesión de masacres, se interponga al deseo del gobierno de Netanyahu, alentado por la sensación de impunidad, de arrasar por completo el territorio palestino. En la misma línea, ya se pueden contar cerca de doscientos trabajadores pertenecientes a organizaciones humanitarias asesinados así como más de medio millar de sanitarios o un centenar de periodistas. Ni manos que atiendan, ni ojos que vean.
Mientras, los gobiernos de EEUU y Europa, surten de apoyo -también armamentístico- al gobierno de Israel, un apoyo mucho más elocuente que las tímidas palabras que cuestionan la utilización de esas mismas armas. En medio de un contexto, además, en que el peligro de extensión del conflicto se torna en amenaza global.
En medio de todo ello, dos noticias (“el Consejo de Seguridad de la ONU aprueba por primera vez una resolución que pide el alto el fuego en Gaza” y “La Corte Internacional de Justicia ha aceptado la demanda de Sudáfrica contra Israel”) permiten albergar al menos una ínfima esperanza. A Israel, miembro de Naciones Unidas, cabe exigirle que se atenga a las resoluciones del Consejo de Seguridad y las órdenes de adoptar medidas inmediatas y efectivas de la corte internacional de justicia.
Cerramos este texto con idéntico anhelo al expresado en el boletín editado entonces: “Las organizaciones que llevamos muchos años trabajando sobre el terreno somos conscientes de las enormes dificultades que surgen para la construcción y de lo sencillo que resulta destruir todo en cuestión de segundos. Pero continuamos. Aunque la pluma tiemble”. ●