No será la paz soñada pero será la única posible
Nunca pensamos en escribir un artículo sobre la victoria del no en el plebiscito por la paz de Colombia. Teníamos el convencimiento de que la población apoyaría los esfuerzos del Gobierno y las FARC por sacar adelante unos Acuerdos, que contaban con el beneplácito unánime de la comunidad internacional. Nos solidarizamos con quienes, como ACPP, creemos en el proceso, entendemos que es una oportunidad perdida pero animamos a las partes a continuar luchando por la terminación del conflicto. La construcción de paz es un reto en cualquier contexto, Colombia no es una excepción, menos tras los más de 50 años de un conflicto sentido de manera muy diferente según en qué partes del país.
El plebiscito de este domingo no era un paso obligatorio para el proceso de paz, había mecanismos suficientes sin pasar por la consulta popular, pero se buscaba que el acuerdo fuera legitimado por la población. Entendimos su lógica, arriesgada, pero ha evidenciado tres Colombias:
– La Colombia apática. Los niveles de participación han sido bajos, más del 60% de las personas con derecho a voto no asistieron a votar, la primera de las tres Colombias es la que no se ha movilizado.
– La Colombia del no. Se han hecho con la victoria en el plebiscito por poco más de 50 mil votos. Los discursos catastrofistas, cuando no las mentiras, de la extrema derecha y de gran parte de la oligarquía tradicional, representada por Uribe y el expresidente Pastrana, han calado en parte del electorado. Ataques en muchos casos preocupantes por lo que implican de retrógrados, como se evidencia en las palabras de Alejandro Ordoñez, ex procurador general de la república, quien al salir del colegio electoral declaraba: “vengo a cumplir el debate cívico de votar después de haber ido a misa…después de haberle dicho sí a Dios y no al Acuerdo… después de haberle dicho sí a la familia y no a la ideología de género”. Esta Colombia contó con el apoyo cómplice, por omisión, de gran parte de la iglesia católica, que ha obviado el mensaje de paz del Papa Francisco para situarse en un segundo plano.
– La Colombia del sí. En su gran mayoría es la de las zonas de conflicto, la de las víctimas, la que más ha padecido el sufrimiento de la guerra. La de las gentes de Bojayá, que tras ver cómo las FARC mataban a 79 personas en 2002 y tras recibir el perdón de la guerrilla, votaban mayoritariamente por el sí (95%). La de las gentes de Apartadó, desgraciado espejo del conflicto colombiano, donde hace apena dos días las FARC pedían perdón por el asesinato de 35 personas del Barrio Obrero en 1994, donde también ha ganado el sí con el 52,32%. La de las gentes de Chaclán, el municipio más hostigado por las FARC donde el 13% de sus habitantes han sido afectados por algún atentado, que ha respaldado el sí con un 65% de votantes. La de la Colombia exterior, la emigrada, refugiada o exiliada que también ha votado mayoritariamente por el sí.
Es el momento de analizar los errores: el enfoque de la campaña del sí, la pedagogía utilizada con la población, la amplificación de los desacuerdos en el marco del proceso de negociación, lo tardío de algunos actos de perdón, la poca contundencia en contrarrestar los argumento del no, la relajación facilitada por el espejismo demoscópico. Quedan días para hacerlo, respetando el duelo necesario de los actores que confiábamos en que el 3 de octubre empezaríamos a valorar la gestión de los Acuerdos.
En lo positivo, destacar que esta será una nueva lección de cómo enfrentar los procesos de paz. El proceso colombiano ya ha hecho su aporte al mundo en muchos puntos, que serán utilizados por aquellos países que aún tienen que sellar conflictos. Hay elementos innovadores: la aplicación de la justicia transicional en materia de víctimas y restitución de tierras de forma complementaria al proceso, el desarrollo de una estrategia transversal de género y diversidad sexual, o la participación directa de las víctimas en varias partes de la negociación. A buen seguro que la utilización de este mecanismo refrendatorio, incluso su fracaso, será una elección de la que extraer conclusiones.
Por el momento, mantenemos la esperanza de la reacción de las FARC y el Gobierno. Ambos se han comprometido a seguir con el proceso, que necesariamente tendrá que redefinirse e integrar a la parte del no que se ha impuesto en el plebiscito. Incluso este último sector está convencido de la necesidad de la paz, lo han reconocido, esperemos que tomen una actitud responsable. Hasta el momento se puede anticipar que habrá que revisar lo acordado, es muy previsible que se aborde responsabilidad patrimonial de las FARC en cuanto al resarcimiento a víctimas, que habrá que repensar la estructura jurídica para dirimir responsabilidades, en definitiva, abrir de nuevo el proceso para dar cabida a demandas de quienes han vencido en el plebiscito.
No será la paz soñada pero será la única posible.