Los Derechos Humanos mejor herramienta contra el discurso de odio

En nuestra sociedad actual existe cada vez mayor diversidad y pluralidad de identidades. En los últimos años, colectivos históricamente oprimidos han conseguido ver reconocidos sus derechos y situarse en una posición de igualdad formal respecto del resto de personas. Sin embargo, en los últimos años hemos visto crecer fuerzas que se oponen a estos avances políticos y sociales y que para hacernos retroceder utilizan los más diversos mecanismos. Los discursos de odio son uno de ellos.

El Comité de Ministros del Consejo de Europa (1997) lo define como «toda forma de expresión, que difunda, incite o justifique el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo u otras formas de odio basadas en la intolerancia» y reconoce que también afecta a la «orientación sexual, creencias religiosas o identidad de género». No obstante, existen multitud de características personales que sirven de diana para la ira de ciertas personas.

Pese a que en los últimos años se ha intentado defender, tildando de libertad, ciertos actos de violencia verbales, debemos luchar porque esta continúe del lado de la defensa de la dignidad e integridad de las personas y que no se vuelva un arma de doble filo. El derecho a la libertad de expresión no tiene nada que ver con que las clases dominantes encuentren un subterfugio legal para continuar oprimiendo a las minorías. Por tanto, el debate entre discurso de odio y libertad de expresión es un debate falso que cae en la simpleza de entender el derecho a la libertad de expresión como el derecho a que cada uno exprese lo que quiera independientemente de contra quién lo exprese y de las consecuencias que dicha expresión pudiera acarrear.

Los discursos de odio afectan directamente a los colectivos contra los que van dirigidos, pero también al conjunto de la ciudadanía al fomentar la crispación social, la polarización ideológica y el enfrentamiento entre posiciones políticas contrarias, haciendo difícil el debate sosegado y el intercambio de ideas, con la consecuente pérdida de calidad democrática que esto ocasiona.

Estos discursos se basan en estereotipos y rumores, buscan en personas y colectivos vulnerabilizados, se manifiestan en acoso y amenazas, generalmente en ámbitos que permiten el anonimato como las redes sociales y son difundidos, y en ocasiones también creados, por partidos políticos y medios de comunicación. Por poco que se asiente en el imaginario colectivo un determinado discurso de odio, las personas pertenecientes al colectivo contra el que se dirige sufrirán algún tipo de discriminación. Por tanto, no conviene subestimar su capacidad para causar daño ni justificarlos bajo otros conceptos como el de libertad de expresión.

El discurso de odio no es inocente. Detrás de la enorme difusión de este tipo de discursos que se ha producido en los últimos tiempos hay intereses políticos e ideológicos que, intentan estigmatizar y criminalizar a ciertos colectivos que consideran que suponen un peligro para la forma de vida que ellos defienden.

Debemos ser conscientes de que la mejor forma de defender los derechos que hemos conseguido a través de años de lucha es reivindicando la necesidad de que las políticas públicas amparen a todas las personas y aseguren el cumplimiento efectivo de los derechos humanos.

Por eso, desde la estrategia educativa de ACPP, creamos contra-narrativas con un enfoque intercultural y de derechos humanos. Las narrativas propias de los discursos de odio son excluyentes, agresivas, buscan deshumanizar al otro para convertirse ellos y ellas en víctimas, se encuentran siempre a la defensiva. Por el contrario, las narrativas basadas en la interculturalidad y los derechos humanos intentan buscar los espacios comunes, valoran la diversidad propia y ajena, pretenden humanizar, integrar, incluir y promueven la participación, el diálogo, la solidaridad y el encuentro.

Guía ACPP ¿Cómo prevenir los discursos de odio?

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