Dignificando la memoria de personas desaparecidas en el conflicto de Colombia

La desaparición forzada es una práctica violenta que se ha utilizado en numerosos conflictos, tanto de carácter interno como entre países. Según Naciones Unidas, se producen desapariciones forzadas siempre que “se arreste, detenga o traslade contra su voluntad a las personas, o que estas resulten privadas de su libertad de alguna otra forma por agentes gubernamentales de cualquier sector o nivel, por grupos organizados o por particulares que actúan en nombre del Gobierno o con su apoyo directo o indirecto, su autorización o su asentimiento, y que luego se niegan a revelar la suerte o el paradero de esas personas o a reconocer que están privadas de la libertad, sustrayéndolas así a la protección de la ley”.

El conflicto interno que durante décadas vivió Colombia no fue una excepción en el uso de este tipo de estrategias. Según cifras del Observatorio de Memoria y Conflicto, más de 80.000 colombianas y colombianos la sufrieron, aunque otras fuentes vinculadas a la sociedad civil y la defensa de los Derechos Humanos estiman que ese dato se podría elevar hasta las 120.000 personas.

Una de las líneas de trabajo del proyecto “Promoción de la cultura de paz y solidaridad, prevención de las violencias y defensa de los derechos humanos en Medellín”, financiado por el Ayuntamiento de Madrid en su convocatoria de subvenciones para proyectos de cooperación internacional para el desarrollo y educación para una ciudadanía global en el año 2019, y que desarrollamos junto a la ONG colombiana Forjando Futuros, tiene su foco precisamente en el apoyo a las familias de personas desaparecidas.

A través de este componente del proyecto hemos trabajado con 200 familias que perdieron a seres queridos con motivo del conflicto armado, y que, en el mejor de los casos, después de décadas de búsqueda, los hallaron inhumados en el Jardín Cementerio Universal de Medellín, a donde son llevadas las personas en condición de no identificadas. Nuestro objetivo era dignificar la memoria de las víctimas y aportar al bienestar de sus familias. Y para ello se realizaron tres actividades principales.

La primera de ellas se celebró el 30 de agosto en el marco de la conmemoración del “Día de las Víctimas de Desaparición Forzada”. Debido a la pandemia del COVID-19 no pudo realizarse de manera presencial como estaba previsto inicialmente por lo que se buscaron alternativas para adaptar el evento a las restricciones del momento. En este sentido, se hizo llegar a las familias elementos para vivir un momento simbólico en memoria de su familiar como un globo ecológico que fue elevado a la misma hora desde los diferentes hogares, una vela y una fotografía que simbolizó la luz y el recuerdo vivo de su legado.

La segunda actividad, denominada “Renombrando tu recuerdo”, fue realizada el Día de la No Violencia, en el Cementerio Campos de Paz. Una vez más, con motivo de la pandemia, el aforo se limitó a 50 personas, si bien 20 familias más participaron por medios virtuales. Durante el acto algunas familias recibieron de manera presencial la placa con el nombre de su familiar para marcar sus sepulcros en el Jardín Cementerio Universal, o instalarla en sus hogares en el caso de quienes aún no saben su paradero y de este modo construir un rincón privilegiado para honrar su memoria.

“Las familias de estas personas, han vivido la crudeza de uno de los crímenes más atroces del conflicto armado: la desaparición forzada y han tenido que pasar por búsquedas, confesiones de victimarios y exhumaciones, y ahora saben que reposan en el Jardín Cementerio Universal, por años identificados con una placa que sólo ostenta un número. Por fin, y como un hecho de dignificación, memoria y elaboración del duelo, se les entregó una placa con el nombre de su familiar, con la que podrán marcar el lugar donde se encuentra inhumado”, escribía Forjando Futuros a raíz de este acto.

Esta actividad fue más que un acto simbólico, también sirvió para apoyar el duelo de las familias a través de un ritual guiado por profesionales del ámbito de la psicología que permitió recordar a ese ser querido a través de una planta, símbolo del valor e importancia de la vida, y contribuir de este modo a la superación de la tristeza por la pérdida.

El tercero de estos eventos, con aforo también reducido, se realizó en una noche de luna llena en el Cementerio San Pedro bajo el nombre “Los muertos dicen la verdad”. Allí, entre mausoleos y bóvedas, se llevó a cabo un recorrido con 17 familias. Tuvo varias estaciones dedicadas a las víctimas del conflicto armado, con puestas en escena de los relatos de cómo fueron asesinadas o desaparecidas. El espacio también fue apoyado por psicólogos expertos en elaboración del duelo y dignificación de la memoria y fue transmitido en vivo por Facebook para que otras familias pudiera participar en el mismo.

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