A la búsqueda de un lugar en el mundo
A la búsqueda de un lugar en el mundo
El hombre es un ser en búsqueda permanente, un ente al que le gustaría que alguien le dijera «cómo hace uno para saber cuál es su lugar». No siempre tenemos cerca la voz de Aristarain, de sus personajes, para que la respuesta suene tan simple como incontestable: «supongo que me voy a dar cuenta cuando esté en un lugar y no me pueda ir». Quizás ha sido ese deseo de encontrar nuestro lugar en el mundo el que ha llevado a un grupo de hombres a reunirse cada 15 días en la sede de Asamblea de Cooperación por la Paz en San Juan de Aznalfarache.
Un Grupo de hombres por la Paz y contra el Patriarcado, hombres que no temen definirse como feministas, pero que al tiempo son conscientes de que aún tienen mucho camino que recorrer para merecer verdaderamente esa calificación. Hombres que no se sienten agredidos por el feminismo; convencidos de que es una ideología que asienta sus pilares en la igualdad. Ese concepto de igualdad que obliga al hombre a hacer renuncias y que ha provocado la reacción de quienes no ven, o no quieren ver, la pervivencia de unos privilegios frente a los que se planta, cada vez con más fuerza, el movimiento feminista.
No es fácil avanzar en este camino, que es al tiempo una radiografía interior que nos descubre a diario nuestros errores y una exposición ante nuestros iguales que pueden llegar a considerarnos traidores de género. Ese ha sido probablemente uno de los aprendizajes que nos han dejado las primeras reuniones. También es probable que haya sido una de las motivaciones para participar en este grupo para muchos de sus integrantes.
El asesinato de Laura Luelmo, en la localidad onubense de El Campillo, fue el detonante para la creación del grupo. Varios compañeros de ACPP Andalucía vieron la necesidad de mostrar el apoyo de los hombres a las acciones que se planteaban desde el movimiento feminista. Pero la necesidad ya vivía tanto en el interior de los convocantes como en el deseo de la veintena larga de hombres que respondieron a la llamada en ese primer encuentro.
Cada uno de nosotros llegó a aquella primera reunión empujado por sus propios demonios interiores y exteriores. Desde distintos grados de crecimiento en el camino personal de búsqueda de nuestro lugar en el mundo. Cada uno un camino diferente, algunos incluso opuestos. Desde la pura experiencia a la formación intensa y especializada o la necesidad empujada por una sensación…
En los todavía pocos encuentros que hemos mantenido hemos pasado por la emoción de una primera reunión masiva, inesperada, la bajada a la realidad de un segundo encuentro más contenido en el que abordamos términos relacionados con el machismo y el feminismo, con el género. Las dudas de encuentros posteriores, la participación discreta y activa en las actividades del 8 de marzo y la sensación de haber puesto en marcha algo que nos va a hacer crecer a todos, cada uno a su manera. Sobre todo, la sensación de que compartimos un objetivo.
Esa idea compartida es la igualdad plena, desde el convencimiento de que el hombre debe renunciar a parcelas que tradicionalmente ha ocupado por “derecho divino del patriarcado” y que ha llegado el momento de que las mujeres reclamen ese espacio en condiciones de verdadera igualdad, sin tener que derribar muros plantados por el hombre. Debemos retirarlos nosotros.
Los hombres tenemos que dar la cara, dar un paso al frente en esta batalla por la verdadera igualdad. Frente a quienes reaccionan denigrando al feminismo, frente a quienes afirman que ya está todo conseguido y que se reclaman derechos que ya están reconocidos, frente a nosotros mismos que caemos constantemente en vicios heredados de nuestra educación heteropatriarcal. Debemos plantarnos para sembrar junto a las mujeres el futuro de una sociedad más justa, que será también una sociedad más amable con los hombres.
«Cada uno hizo lo que pudo y dio lo mejor de sí. Si aprendieron mucho o poco no importa, aprendieron a pensar y a convivir. Esto es lo que vale». Al menos que este recorrido en el grupo de hombres nos permita repetir esta frase de la cinta del bonaerense Adolfo Aristarain, Un lugar en el mundo, y quizás, con un poco de fortuna, nos ayude a encontrar ese espacio, ese lugar, en el que nos sintamos cómodos. ●
J.L. Pérez Cañete
Miembro del Grupo de Hombres por la Paz y contra el Patriarcado