Proyectos para la resiliencia

La otra víctima de la pandemia en Colombia

Silenciosos pero presentes, los cementerios no solo están al borde del colapso, han perdido sus tradiciones de rendición de cultos y cierres emocionales a los seres queridos; frustrados, dolidos e impotentes, los familiares no logran despedirse.

La pandemia ha alterado los rituales y tradiciones culturales fúnebres de siglos, cambios rotundos para impedir la generación de nuevos focos de contagio, como cuerpos incinerados en contra de sus creencias religiosas, velatorios con féretros cerrados –modalidad poco común en una sociedad que acostumbra a abrazar y besar a sus muertos–  y  protocolos estrictos de manejo de cadáveres, que no permiten un sentido adiós en los cementerios.

Por la restricción de aforos ya no se ve a las familias que arreglan las tumbas para la cita anual con sus deudos; vacíos y desolados ya son pocas las personas que, con mascarilla y alcohol, van a limpiar las lápidas de sus seres queridos, y el Cementerio Universal de Medellín no es la excepción.

Para el Jardín Cementerio Universal (JCU) el 2020 fue bastante especial. No solo está aislado por pandemia, también está restringido, y es que, en el marco de las medidas cautelares ordenadas por la Jurisdicción Especial para la Paz- JEP-, recayó sobre él, una medida de protección por presunción de la existencia de cuerpos de personas dadas por desaparecidas inhumadas como “no identificadas”. Esta medida delimitó aún más cualquier tipo de acceso, intervención o visita. La crisis humanitaria global y las restricciones legales en pro de investigaciones en el JCU, le han exigido a la sociedad y a la misma institución dejar de lado algunos preceptos culturales en pro del resguardo de la salud y los mandatos de custodia.

Este panorama nos llevó a Nietzsche y a preguntarnos ¿será que lo que no nos mata nos hace más fuertes? En el marco del proyecto “Promoción de la cultura de paz y solidaridad, prevención de las violencias y defensa de los DDHH en Medellín”, estos cuestionamientos, llevaron a que la Fundación Forjando Futuros, Asamblea de Cooperación por la Paz y el Ayuntamiento de Madrid, con el apoyo de la Red iberoamericana de Cementerios, entendiéramos la importancia de la cultura a los tributos y el respeto rendido a las personas fallecidas; la ceremonia fúnebre, el ritual funerario y la conmemoración a su recuerdo, son necesarias para la dignidad humana. 

Bajo el conocimiento del inmenso dolor que trae consigo el perder a un ser querido, el equipo inició, con el apoyo de familiares de las víctimas, el diseño y realización de 3 eventos de “dignificación”, en los cuales se encontró la forma del superar el dilema “tradición fúnebre vs salud pública”. 

Con todas las medidas de bioseguridad y logísticas necesarias, se logró la participación tanto presencial como virtual de familiares que, en medio del dolor, y la impotencia, manifestaban en sus rostros y en sus palabras un “gracias por no olvidarlos”.

Eventos que contaron con puestas en escena de la vida de sus seres queridos, música de violines, entrega de placas conmemorativas, y globos solares elevados al cielo con el nombre de sus familiares,  fueron algunas de  las estrategias utilizadas para contribuir con la recuperación emocional de las familias,   recordar a sus seres queridos y aunque la tristeza por la ausencia siempre estará ahí, su manifestación y el encuentro con sus pares, no permitió la agudización del dolor y despejó la sensación de desdeño o deshonra.

Su resiliencia no tambalea ante esta crisis, salir fortalecidos es la respuesta a la pregunta y la ratificación a la máxima de Nietzsche. ●

 

*Medellín tiene registradas 700.080  víctimas del conflicto armado, y solo en el año 2020 llegaron a otras 16.107 personas víctimas del desplazamiento forzado de otros municipios del país, personas con pocas o nulas redes sociales y familiares, huyendo de la violencia en sus regiones de origen y por lo general permeados por precarias situaciones económicas, son situaciones que violentan más allá al ser humano, pero ahora, las victimas están expuestas a mayores riesgos por la existencia del “coronavirus”.

La Covid-19 ha impactado especialmente a las víctimas generando barreras en el desarrollo de las funciones de los organismos que las asisten, y aunque esta actividad se encuentra exenta de las medidas de confinamiento, las formas de atención variaron para reducir el riesgo de contagio de sus empleados. Y no solo ha impactado en sus medidas de atención y subsistencia, también se convirtió en un generador de violencia: los grupos armados y criminales en Colombia están aprovechando las restricciones para evitar la propagación del coronavirus, para expandir su presencia y control sobre el territorio, resultado de ello, en el 2020, se reportaron 67 desplazamientos masivos, 19 confinamientos, aumentó considerablemente el delito de uso y utilización de menores -mientras las instituciones educativas, guarderías y demás centros de protección infantil cierran, los niños y niñas se han convertido en un objetivo más fácil para los grupos armados- y más de 91 masacres que han dejado cientos de muertos resultando que “la paz quedo atrapada entre la violencia y la pandemia”.
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