Seguir promoviendo el derecho a vivir con dignidad y la protección de las mujeres víctimas de violencia de género en Níger

Quien crea que la migración y el desplazamiento sean fenómenos exclusivamente europeos se sorprendería frente a los datos disponibles sobre el movimiento humano mundial (ya sean de migrantes, refugiados o demandantes de asilo) y que confirman que el 85% de las personas refugiadas reside en países en desarrollo, y el 80% de los desplazados se encuentran en zonas donde la inseguridad alimentaria y la malnutrición agudas son riesgos cotidianos.

Es lo que pasa por ejemplo en Diffa, región situada al sureste de Níger, el país con el menor Índice de Desarrollo Humano del mundo. Diffa acoge a más de 200.000 personas entre refugiadas y desplazadas internas. Casi la mitad de estas procede de Nigeria, país fronterizo del que se huye de los continuos ataques del grupo de Boko Haram, una amenaza que sigue desestabilizando toda la región del Lago Chad (Nigeria, Níger, Cameroon, Chad) desde 2014.

La rapidez con la que hay que moverse, hace que muchas personas no puedan llevarse sus pertenencias, y se vean obligadas a vivir en asentamientos informales, campos de refugiados o comunidades de acogida donde los ya frágiles medios de subsistencia locales, se han visto aún más perjudicados. La declaración del estado de emergencia en 2015 ha provocado restricciones de movilidad también para los actores humanitarios, complicando la creación de mecanismos de resiliencia civiles y aumentando las necesidades humanitarias de la zona.

En este contexto, el trabajo que llevamos a cabo de la mano de nuestra contraparte nigerina DIKO desde 2017, se está centrando en asegurar el acceso al derecho a ayuda humanitaria y a la dignidad de la población refugiada, desplazada o retornada.

En este ámbito se enmarca también el último proyecto puesto en marcha gracias al apoyo de la Generalitat Valenciana, especialmente centrado en las condiciones de vidas de mujeres y niñas, un colectivo altamente expuesto a riesgos de violencia de género y abuso, amplificados en contextos de inseguridad general, como el de Diffa.

Por ello, además del refuerzo, tanto material como en términos de formación, a los servicios médicos de tratamiento multisectorial para mujeres supervivientes de violencia de género, y la creación de espacios seguros de cohesión social de mujeres, el proyecto incluye una importante componente de sensibilización comunitaria, parte de la cual se ha desarrollado en concomitancia con la campaña internacional de los 16 días de activismo contra las violencias hacia las mujeres, entre el 25 de noviembre y el 10 de diciembre de 2020.

En línea con el lema de la campaña global 2020, “Generación-Igualdad contra la violación”, las actividades en Diffa tenían como objetivo informar y sensibilizar tanto a la ciudadanía sobre los derechos y la protección de niñas y mujeres, como a las autoridades sobre sus responsabilidades en contrarrestar, condenar y punir los casos de violencias cada vez más recurrentes.

16 días de charlas escolares, de sesiones de teatro comunitario, de debates radiofónicos, conferencias, y actos públicos en los que ha primado la sensación de que las cosas pueden cambiar, si cada persona pone de su parte.

En el marco de este proyecto destacan especialmente las actividades de sensibilización en dos centros educativos de Diffa, durante las cuales 774 personas entre alumnado y profesorado se han podido confrontar sobre el tema de violencia de género en contexto escolar. Esto, gracias a la mediación de un grupo de teatro local, que, tras representar varias situaciones de violaciones de derechos de las mujeres y niñas, se ha encargado de dinamizar debates y juegos para que el público se familiarizara e integrara conceptos básicos en materia de violencia de género y canales de denuncia y atención a las víctimas.

Una pequeña muestra de la situación y del trabajo realizado nos llega desde DIKO a través de este vídeo. A causa de la pobreza “algunas familias entregan a sus hijas en matrimonios forzosos, una violencia moral y una violación de sus derechos a las cuales las niñas no se pueden oponer, por el riesgo a ser maltratadas” cuenta una de las residentes del campo de refugiados. Muchas tienen así que abandonar la escuela algo incomprensible porque “cuando una niña es escolarizada la familia es la primera en beneficiarse, y la sociedad entera después”.

“No pasa día sin un caso de violencia de género”, admite Tassiou Bawando, director del grupo de teatro de Diffa. “Gracias a este tipo de actividades la gente se da cuenta de la gravedad de lo que está pasando, podemos marcar un punto de inflexión en este tipo de prácticas”. Y parece que, con el esfuerzo colectivo, poco a poco, se pueda conseguir.

“Entiendo que no es normal que una niña víctima de violación sea entregada en matrimonio al violador y no tenga acceso a una consulta médica” dice otra de las mujeres del campo. “Estos hombres tienen que cambiar su conducta. Ningún hombre tendría que hacer sufrir a la hija de alguien, algo que no querría que su hija sufriera”.

Esta publicación ha sido realizada con el apoyo financiero de la Generalitat Valenciana. El contenido de dicha publicación es responsabilidad exclusiva de Asamblea de Cooperación por la Paz y no refleja necesariamente la opinión de la Generalitat Valenciana.

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