Elecciones legislativas en Túnez
Las elecciones legislativas de este año en Túnez, celebradas el 6 de octubre entre las dos vueltas de las presidenciales, han sido las segundas desde la llamada Revolución de los Jazmines de 2011 y también la segunda desde la promulgación de la nueva Constitución tunecina.
Túnez es considerado, en general, como el único éxito democrático de los levantamientos de la primavera árabe de 2010-2011, pero ello no ha evitado que haya tenido que hacer frente a una desaceleración económica, crecimiento del desempleo y de la inflación, disturbios públicos y casos de corrupción que dificultan el camino emprendido y crean una desafección hacia la política en parte de la población.
Este año, más de 7 millones de votantes estaban llamados a las urnas tras una importante campaña que ha rejuvenecido al electorado en el período previo a las elecciones parlamentarias y presidenciales. Para esta campaña, el ISIE (Órgano Superior Electoral Independiente), ha desplegado un gran número de agentes en centros comerciales, plazas públicas, playas y cafés para inscribir a los votantes, especialmente a los jóvenes. En total, 1.455.898 nuevos votantes se incorporaron a las listas electorales, de los cuales el 54% eran mujeres, que hasta ese momento estaban infrarrepresentadas en el electorado y que ahora es relativamente representativo de la población. Por otra parte, el grupo de edad más representado entre los nuevos electores es el de 18 a 35 años, que representa el 63% del electorado, lo que lo rejuvenece significativamente.
A pesar de ello, la participación ha sido muy baja (42,3 %) y choca con las más de 1.400 listas electorales que se registraron para participar, de las cuales 650 eran de partidos, otras 650 de independientes y 130 de coaliciones totalizando más de 14.000 candidatos, que confirma el hastío hacia la clase política tradicional de la que se hacen eco los medios tunecinos.
Entre ellos se encontraba el líder del partido de inspiración islamista Ennahda, Rached Ghannouchi, que se presentaba por primera vez como cabeza de lista a la circunscripción de la capital tunecina, y el nuevo partido Qalb Tunes (Corazón de Túnez), calificado de «populista”, y fundado por el magnate de la televisión Nabil Karoui, quien estaba en prisión preventiva por evasión fiscal y lavado de dinero (puesto en libertad poco antes de la segunda vuelta de las presidenciales, en la que era candidato). Con 52 y 38 escaños respectivamente –de los 217 de la Cámara- , ellos han sido los ganadores de una jornada en la que primó el desinterés ciudadano, eclipsada por el duelo de la segunda vuelta de las presidenciales.
Attayar Democraty, el grupo de la familia socialdemócrata, se consolida como la tercera fuerza política, con un espectacular progreso en la Cámara, ya que ha saltado de los 3 a los 22 escaños en cinco años. Los resultados también confirman la casi desaparición (3 escaños) de la plataforma laica Nidaá Tounis, fundada por el fallecido presidente Beji Caïd Essebsi y ganadora de los comicios de 2014, y el ascenso del populismo, que en Túnez adopta un rostro propio, diferente del europeo, y cuyas fuerzas deben su popularidad a las obras benéficas hechas durante los últimos años entre los sectores desfavorecidos. Los nostálgicos del Antiguo Régimen, representados por la abogada Amir Moussi y su partido Neodestur, han alcanzado 17 escaños detrás de los fundamentalistas de la coalición Karama (Dignidad) con 21.
Una semana más tarde, Kaïs Saïd, jurista independiente que se presentaba como un antisistema con ideas conservadoras, se alzó con la victoria en la segunda vuelta de las presidenciales con el 72,71% de los votos frente a su rival Nabil Karoui.
En este contexto, Ennahda tendrá dificultades para formar gobierno, pues deberá negociar con partidos rivales e independientes para lograr una mayoría. Qalb Tunes ya ha anunciado que no formará parte pero se postulan tanto los socialdemócratas -que querrían asegurar en sus manos cuestiones sensibles como la independencia judicial, la seguridad y la coordinación interministerial en la lucha contra la corrupción– como los fundamentalistas de Karama. Si eso no ocurre en los próximos dos meses, el presidente puede pedir a otro partido que cumpla ese objetivo. Y si no se consigue, se deberá convocar a nuevas elecciones.
Más allá de la mayor presencia de la socialdemocracia, los resultados muestran el hundimiento de partidos progresistas -que no han sabido capitalizar al descontento social fruto de la aguda crisis que padece el país ni el fracaso de las reformas sociales y económicas- y el resurgimiento de los partidos más conservadores.
La previsible y preocupante tardanza en formar gobierno ha llevado a nuestra contraparte UGTT, el pasado fin de semana en el Foro Sindical de Hammamet, a alertar de que “los tiempos no van a favor de las administraciones tunecinas que se encuentran a la expectativa de tener un nuevo gobierno (…) Este tiempo de espera tiene graves repercusiones en la situación social y económica”. Esperemos que la nueva configuración del Parlamento, aún con su fragmentación consigan solventar las principales preocupaciones de los tunecinos: la inflación, el desempleo y los servicios públicos deficientes. Para quienes como ACPP llevamos más de 20 años trabajando defendiendo reformas y apoyando elementos sociales, en un Túnez que hace 8 años supo fue capaz de sortear dificultades y llegar democráticamente a la actualidad, su futuro y desarrollo nos mantienen atentos y esperanzados.