Miradas que interpelan
Hace tiempo conocimos un blog titulado “África no es un país”. Aparentemente, la frase de este encabezamiento nos resulta obvia, todo el mundo es consciente; podríamos, incluso sin dificultad, nombrar una o dos docenas de países que conforman el continente africano. Sin embargo -y ese fue el punto de partida del blog, desmenuzar informativamente lo que en cada territorio acontecía, contextualizarlo y diferenciarlo de otros sucesos que tendíamos a asociar-, en nuestro imaginario, con demasiada frecuencia, solemos aglutinar la complejidad africana en una serie de asociaciones mentales que extendemos a todo lo que ocurre. No deja de ser una visión paternalista, que encoge la mirada hacia un territorio más de sesenta veces mayor que el de España, a más de mil trescientos millones de personas. Africanos son nuestros vecinos, son los emigrantes que llegan (también los que el Mediterráneo, o antes el Sahara, se traga el camino), africano es un modelo de arte, las guerras son en África, en África es el hambre… Y no. Como se recoge en la presentación del blog citado, utilizando palabras del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, “salvo por el nombre geográfico, África no existe”.
La mirada se torna compleja incluso si la ceñimos a cada país. La vista no se ajustaría con sencillez ni por arriba -existen vínculos supraestatales, historias compartidas, corrientes, mareas que afectan de forma similar a países distintos-, ni por abajo -en el interno de cada Estado existen diversos tonos políticos, sociales, económicos, étnicos…-.
Esta complejidad se manifiesta también en los conflictos que a lo largo del tiempo y de la superficie del continente se han ido desarrollando: complejidad por las causas y por los actores. El penúltimo -siempre conviene dejar espacio para otro posterior, uno posterior que ya se ha producido en Gabón- ha sido el golpe de Estado en Níger, un país localizado en el Sahel (palabra árabe que significa ‘costa’ y hace referencia al límite sur del desierto del Sahara), zona considerada históricamente ‘de paso’ con lo que eso conlleva en cuanto a comercio, trafico… En territorios cercanos, Burkina Faso y Guinea Conakry, un par de años antes, se habían producido sendos golpes de una traca que ahora se extiende al país nigerino. Y que lo hace generando una cierta incredulidad ante las imágenes que nos llegan a una Europa Occidental en la que tenemos establecido nuestro propio listado de buenos y malos. Sobresalta que las parte de la población que han respaldado el golpe, y no parece pequeña, reclame la ruptura con Francia (metrópoli en la época colonial y que mantiene cierto control estratégico del territorio, incluyendo la presencia de tropas militares), la salida de las propias tropas francesas y las estadounidenses a la par que galantea con Rusia (aireando en las manifestaciones la propia bandera rusa), con China en la recámara. Más que un golpe en pos del poder interno, se exhibe una quiebra en las líneas geopolíticas previas. Una quiebra que aventura el riesgo de conflictos de mayor calado.
Las hostilidades levantadas ante Occidente nos enfrentan también a una realidad postergada, mil veces repetida pero escasamente atendida: el trato colonial desde nuestro idolatrado mundo a territorios que consideramos de menor entidad, el disfraz de colaboración con que se viste el saqueo permanente. Nuevas formas de relación se convertían en nuevas/viejas formas de dominio. Mientras pensábamos en lo democráticos que éramos, lucíamos la consigna de los derechos humanos en nuestras sociedades, en el mundo contribuíamos a lo contrario… y no nos enterábamos, no nos interesaba enterarnos. Otras miradas nos interpelan. ●
Ilustraciónn: Rostro Cubista. Wifredo Lam 193